Las primeras experiencias son el pilar fundamental en la construcción de la personalidad del ser humano. La infancia se convierte así en la plataforma de lanzamiento para que el niño llegue a convertirse en un adulto integrador e independiente. Es en esta etapa de la vida donde se aprende con mucha más facilidad y el cerebro es mucho más adaptativo.
Es importante entender que el desarrollo del ser humano no es un proceso lineal, en ocasiones tiene avances y regresiones no inicia desde cero por que los bebes nacen con extraordinarias condiciones mentales que les permiten procesar una amplia gama de información, por ejemplo reconocen a la madre por su olor y hace distinción de su voz. En ese sentido es muy importante la presencia de la madre o de otro que garantice al inicio de la vida experiencias placenteras que le ayuden a adaptarse con agrado a su entorno.
El niño no solo debe recibir de su familia nutrición, cuidado e inclusión en la cultura sino que debe ser guiado en su todo su proceso de desarrollo recibiendo el afecto, la disciplina y las garantías necesarias para que siendo adulto puedan aportar de forma sustancial a la sociedad. Si un niño o niña en su infancia reciben cariño, afecto, disciplina y una guía adecuada de parte de su familia este podrá desarrollar una personalidad ajustada, equilibrada y puede llegar a convertirse en sujeto, puesto que inicialmente es un individuo; conquistando el lenguaje pasa a constituirse en un sujeto.